Globalizacion

La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.


La valoración positiva o negativa de este fenómeno, o la inclusión de definiciones o características adicionales para resaltar la inclusión de algún juicio de valor, pueden variar según la ideología del interlocutor. Esto porque el fenómeno globalizador ha despertado gran entusiasmo en algunos sectores, mientras en otros ha despertado un profundo rechazo (Antiglobalización), habiendo también posturas eclécticas y moderadas.

Argumentos en favor de la globalización

Es importante anotar que entre los partidarios de la globalización están corrientes con visiones encontradas y radicalmente diferentes en su percepción sobre los beneficios de la globalización, es el el caso del liberalismo libertario y el neoconservadurismo en lo político, o la escuela austríaca y el monetarismo/escuela neoclásica en la doctrina económica.

• Los liberales libertarios y otros proponentes del laissez-faire capitalista dicen que altos niveles de libertades políticas y económicas, en la forma de democracia y capitalismo, han sido fines valuables en sí mismo en el mundo desarrollado y han también producido altos niveles de riqueza material. Ellos ven en la globalización un proceso benéfico de extensión de la libertad y el capitalismo.8

• Aquellos que apoyan el Libre comercio proclaman que el aumento tanto de la prosperidad económica como de oportunidades, especialmente en los países en desarrollo, incrementara las libertades civiles y llevara a una alocación de recursos más eficientes. Las teorías económicas de la ventaja comparativa sugieren que el mercado libre produce tal alocación efectiva de recursos, a mayor beneficio de todos los países que estén envueltos. En general, esto conduce a reducción de precios, más empleos, incremento en la producción y de niveles de vida especialmente para los que viven en países en desarrollo.8 9

• Hay también los llamados "globalistas" o "mundialistas", que proponen una "globalización democrática". Ellos creen que la primera etapa de la globalización, orientada al mercado o a asuntos económicos, debe ser seguida por una etapa de creación de instituciones políticas globales que representen las visiones o aspiraciones del "ciudadano mundial" Su diferencia con otros "globalistas" es que ellos no definen por adelantado una ideología para orientar esta voluntad, dejándola a la voluntad de esos ciudadanos a través de un proceso democrático

• Proponentes de la globalización argumentas que el movimiento anti-globalización es proteccionista y usa evidencia puntual y anecdotal para apoyar sus visiones, mientras que las fuentes estadísticas proveen apoyo fuerte a la globalización:

• A pesar que algunos lo disputan, la desigualdad del ingreso a nivel mundial parece estar decreciendo, como el economista Xavier Sala-i-Martin argumento en 2007 - [3].10 Dejando de lado quien tiene la razón, se puede alegar que más importante es la medida de pobreza absoluta: si todos vivieran en la miseria, la desigualdad de ingresos seria muy baja.

• Desde 1981 al 2001, de acuerdo a figuras del Banco Mundial, el número de personas que viven con un dólar o menos de ingreso al día ha declinado en términos absolutos de mil quinientos millones de personas a mil cien millones. Al mismo tiempo, la población del mundo aumento. Así pues, en términos porcentuales el número de tales personas declino en los países en desarrollo de 40% a 20%. de la población.11 con las mayores disminuciones teniendo lugar en las economías que han reducido mas las barreras al comercio e inversión. Sin embargo, algunos críticos advierten que seria conveniente usar medidas más detalladas de la pobreza.12

• El porcentaje de personas que viven en menos de dos dólares de ingreso al día ha caído mucho en áreas afectadas por la globalización, mientras que las tasas de pobreza ha permanecido estable en otras áreas. En Asia del Este, incluyendo China, ese porcentaje ha decaído en un 50.1%, comparado con un incremento del 2.2% en África subsahariana.9

Los riesgos de la globalización

Los riesgos de la globalización tienen que ver con cambios tecnológicos que pueden
desplazar la producción de muchos países, proceso que conocemos ampliamente desde el
siglo XIX con la quina, el añil y que experimentamos con las fibras artificiales y el azúcar
sintético durante el siglo pasado. En la medida en que aumente el ritmo de cambio
tecnológico existirán riesgos para la planta existente basada en la antigua tecnología. Por lo
demás, los países industrializados imponen restricciones en áreas que deberían favorecer las
exportaciones de los países en desarrollo. Según Ocampo, “los mercados mundiales de
manufacturas son mucho más libres, pero los mercados agrícolas están más distorsionados, la
migración laboral es más controlada y las normas de propiedad intelectual son más
restrictivas”. (Ocampo) Lo que se deduce es que los países más abiertos al cambio
tecnológico y los que desarrollen capacidades de diseño son los que mejor podrán sortear el
riesgo del cambio técnico que acrecienta el proceso de globalización.

Quizás un riesgo más importante esté constituido por la inestabilidad de los flujos de
capital que tanto en su llegada a los países como en su salida pueden causar estragos. La
entrada de capital en la forma de inversiones y crédito, especialmente si es excesiva con
relación a la capacidad de la economía para absorberlas, revalúa la moneda lo que conduce
a frenar la dinámica de las exportaciones y propicia el disparo de las importaciones,
contribuyendo así a crear un déficit en cuenta corriente que no será fácil de corregir en
poco tiempo. Inversiones extranjeras y endeudamiento externo financian una ampliación
de la capacidad productiva, reducen las tasas de interés nacionales, inducen al sobreendeudamiento
de las empresas y los individuos, generan inflación en el valor de las
acciones y de la propiedad raíz lo que deberá corregirse más temprano que tarde,
generando la posibilidad de una crisis financiera. La baja tasa de interés conduce a
inversiones de todo tipo, incluyendo la finca raíz, que aparecen como rentables en ese
momento pero dejarán de serlo cuando se desinfle el valor de los activos. Los deudores en
dólares deberán enfrentar un servicio de la deuda encarecida por la devaluación que se
genera cuando el capital comienza a abandonar el país en cuestión. Muchas inversiones
simplemente ampliarán ramas tradicionales o en servicios que no pueden exportar y crearán
una sobrecapacidad productiva, por un lado, y una escasez de divisas, por el otro conque
servir las deudas contraídas.

En el caso de Asia se argumenta que mientras la inversión era financiada
mayoritariamente con altísimas tasas de ahorro nacionales, las economías obtuvieron
tasas de crecimiento del 10% durante dos o tres décadas, manteniendo un nivel de
precios bastante estable. Cuando estas economías se abrieron abruptamente a los
inversionistas y bancos internacionales, se disparó la inversión todavía más y se creó la
capacidad sobrante que redujo radicalmente la rentabilidad de los negocios y propició el
desinfle de sus activos, la salida de capital y la crisis que conocemos. Esta contagió a
los países del este europeo y en especial a Rusia, la que a su vez detonó la crisis en

América Latina y estuvo a punto de precipitar una crisis financiera también en los
Estados Unidos. Según Ocampo de nuevo, “hoy en día existe consenso en cuanto a que
esta volatilidad es la causa básica de la frecuencia de las crisis bancarias y cambiarias que ha
caracterizado a la economía mundial en las últimas décadas y, por lo tanto, la fuente más
importante de riesgo para los países en desarrollo” (FMI, 1998).

Pero el hecho de que el capital internacional puede ser excesivo en determinadas
coyunturas no debe precipitar la conclusión de que es mejor prohibirlo y contentarse con el
ahorro interno que puede ser muy bajo en los países latinoamericanos, porque equivaldría a
limitar seriamente el crecimiento de la economía. Algunos países como Chile y Colombia
han implementados regímenes que penalizan la entrada de capital mediante encajes que
acercan la tasa internacional de interés a la tasa nacional. Sin embargo, no tuvieron
suficiente garra como para frenar los excesos de capital que de todos modos llovieron
sobre sus economías, en particular fue el caso de Colombia, y que al salir precipitadamente
contribuyeron a crear las crisis conocidas de 1998 y 1999. Pero lo cierto es que se debe
propiciar la entrada de capital bajo tasas de interés que reflejen la escasez de capital
histórico y que preferentemente lo asignen a actividades productivas y de exportación,
cuidar de que no sea excesivo y asegurar su mayor permanencia posible en la economía.

Más importante aún es que el país que pretenda aprovechar los flujos internacionales de
capital debe, antes que todo, practicar una severa disciplina macroeconómica. Uno de los
principios básicos que permitió resguardar a la economía asiática de crisis durante 25 años
fue mantener superávit fiscales. Mientras las economías crecían al 8-10% anual, el gasto
público crecía 4-5% anual. Es apenas lógico que si la economía está funcionando a todo
vapor por la llegada de capital y el gobierno gasta en exceso sobre sus ingresos, o crece
igual o más que la economía privada, entonces es seguro que se producirá una brecha
externa grande por la expansión del gasto (privado + público) y a que la inflación se
mantenga en cotas relativamente altas. Ocampo pasa por alto esta condición que no fue
suficiente para contrarrestar la apertura de la cuenta de capital de los países asiáticos pero
que permitió una recuperación muy rápida, una vez ajustado su gasto y el valor de los
activos a sus realidades.

No es posible participar en los mercados internacionales de capital con déficit fiscales por
encima del 3% del PIB que fue el límite que consideraron como el umbral de menor
peligro los países de la Comunidad Europea. Por el contrario, los países que reciban flujos
importantes de capital deben producir no sólo déficit sino superávit fiscales y aumentos de
su ahorro privado para poder así de alguna manera neutralizar el impacto expansionista que
ellos producen sobre la actividad económica y sobre la balanza cambiaria.

La apertura colombiana

La apertura colombiana en los años noventa fue evidente en su comercio internacional
pero fue menos profunda de lo que piensan y dicen sus críticos. Según una investigación de
Juan José Echavarría, el comercio de bienes y servicios de la economía en el PIB subió de
30% del PIB en 1970 a 37% en 1998, y entre 1990 y 1998 aumentó 2% del PIB. América
Latina presentó un índice de comercio 5 puntos por encima de Colombia y los dragones
asiáticos muestran un comercio sobre PIB de 78%, más del doble del promedio
colombiano. Mientras las importaciones aumentaron de 16% del PIB en 1990 19% en
1998, las exportaciones se redujeron del 20% al 14.2%, explicando buena parte de un
déficit en cuenta corriente que era difícilmente sostenible aún en tiempos normales.

Echavarría adscribe el deterioro exportador, primero que todo a la revaluación que
propició la entrada de capital, a lo cual se le añadieron los ingresos por petróleo y por las
exportaciones de droga; segundo, a un aumento considerable de todos los salarios reales de
la economía durante la década, en la medida que caía paulatina y sistemáticamente la
inflación. Según Echavarría, “la economía colombiana continúa siendo sumamente cerrada
y, a diferencia de otras experiencias..., no es más abierta hoy que hace 30 años”.
(Echavarría, 130)

La entrada de capital contribuyó a modernizar el acervo de capital de la industria
colombiana pero también abarató demasiado la tasa de interés y llevó a una sobre-inversión
en ramas tradicionales, de los servicios públicos y en la de la construcción. Se combinó con
una expansión estructural sin precedentes del tamaño del Estado, primero con base en
mayores impuestos y cotizaciones para el seguro social, pero después con financiamiento
externo e interno de déficit explosivos. El gobierno central pasó de gastar el 10% del PIB
en 1990 al 18.5% en 1999 y el déficit de este nivel alcanzó el 7.7% del PIB en este año.

Entró un enorme flujo de capital durante la década, entre ellos un importante volumen de
inversión extranjera atendiendo la privatización de los servicios de energía,
telecomunicaciones, gas y puertos, con un pico que alcanzó 5.2% del PIB en 1995. Así las
cosas, la expansión inusitada del sector privado por el financiamiento externo y la llegada
de capital extranjero fue acompañada de la máxima expansión que ha experimentado el
sector público colombiano en toda su historia republicana. Los resultados fueron un exceso
de gasto, aumento del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos hasta sobrepasar el
7% del PIB en 1997, al tiempo que la economía colombiana se volvió especialmente
vulnerable a una crisis internacional, como la que se precipitó en el continente en agosto de
1998. El sector privado quedó duramente castigado cuando el ajuste del desequilibrio pasó
por reducir bruscamente el déficit en cuenta corriente e imponerle una fuerte reducción de
su producto y de su empleo, mientras que el ajuste del sector público comenzó a darse
mucho más tardíamente, durante el año 2000. Lo que afirma Ocampo del ajuste
colombiano es muy complicado porque él fue actor importante del desajuste y sin embargo
afirma lo siguiente:

“el haber terminado la década con una inflación en torno al 10% es, por lo tanto, un
logro importante, pero los costos de alcanzar este objetivo fueron, sin duda, elevados”.
(Ocampo)